Son las las ocho de la mañana de un domingo. Los 200 pasajeros van cómodos en los cuatro vagones del tren, que partió desde la estación Eloy Alfaro, en Chimbacalle -sur de Quito-.
Minutos antes, la campana, que está en el pasillo de la estación, daba la alerta que el ‘Tren de los volcanes’ estaba próximo a salir. Los usuarios compraban apresurados algunos accesorios para el frío, pues allí hay varios vendedores autorizados, que ofertan ropa.
El viaje comienza
Saliendo de la estación, muchos de los viajeros no lograban ubicarse con facilidad por dónde iban. La ruta es desconocida, porque no forma parte del recorrido diario que realizan quienes viven en Quito.
Les emociona observar y adivinar el sitio por el que se cruzan mientras salen de la capital y se dirigen hasta Tambillo, una ruta de una hora, aproximadamente. Hay quienes se deleitan con la naturaleza y otros que se ponen felices al saludar desde lejos a los pequeños, quienes salen a ver el paso del tren y de sus ocupantes.
Parada indispensable
El clima no acompañó. Hubo neblina y frío. No se pudo ver algunas de las elevaciones que le dan el nombre a la ruta (‘Tren de los volcanes’). Pero Rodrigo, el guía, se encargó de informar que cuando sale el Sol o está despejado, es fácil observar cinco volcanes: Pichincha, Atacazo, Pasochoa, la Viudita y Rumiñahui.
Entonces, la mirada de los viajeros se vuelve hacia los campos, algunos dedicados al cultivos de papas, cebollas y chochos; mientras que otros a la ganadería. Se aprecian unas pocas casas viejas de campo. Sus paredes son de adobe y el techo es de teja.
Después de una hora de lento viaje, el tren -que va a 10 km por hora- llegó a Tambillo. Se detiene por 15 minutos. Todos aprovechan para desayunar. Hay desde choclos hasta unas cuantas golosinas, que son ofertadas por los habitantes del lugar, en la misma estación.
Es hora de continuar. El maquinista convoca a los pasajeros. Una hora después pasa por la estación de Machachi y una hora más tarde se llega al destino: el Boliche, una área de recreación asentada junto al Parque Nacional Cotopaxi.
Aire puro
A 3.600 metros sobre el nivel del mar (msnm) y a 10º centígrados, aproximadamente, continúa la aventura.
Los pasajeros descienden. Visten con chompa, gorra, guantes y bufanda. Dan una primera mirada. Se deleitan con un gran paisaje y un bosque de pinos y cipreses, vegetación que no es propia del lugar, que ocupa 200 hectáreas, aproximadamente.
El tiempo de permanencia en el lugar es de una hora. Por eso, de inmediato se emprende una caminata por el sendero Quishuar, de 320 m de extensión. Se lo recorre en 40 minutos. También hay la ruta Romerillos, pero requiere dos horas de caminata.
Por el sendero Quishuar se va conociendo la vegetación, como la ortiga, los hongos, el chulco y la atucsara, plantas usadas como alimento o medicina.
Y aunque no se observó a ninguno, la zona es el hábitat de varias especies de aves como los colibríes zamarrito pecho amarillo, bunga y cola larga. A estos voladores se los puede ver con mayor facilidad entre julio y agosto, cuando florecen las orquídeas, que crecen sobre los árboles milenarios de Quishuar.
Al final del sendero están las cabañas de hospedaje, las áreas de ‘camping’ y de ‘picnic’. En medio de estas hay un árbol de Quishuar, que según el guía tiene casi 700 años de vida. Todos le dan un fuerte abrazo a este gigante, para absorber un poco de su energía natural. Luego regresan al tren para retornar a Machachi y disfrutar de un buen almuerzo en la estación o en los restaurantes cercanos, que se encargan del traslado de los turistas en buses.
Después de estar bien alimentados y haber visitado la iglesia del barrio Umbría, los pasajeros regresaron al tren para tomar nuevamente el camino que les condujo a Quito. El viaje terminó a las 18:00. (CM)
Costos
Viaje en tren
° El ticket cuesta $39 . No incluye alimentación.
° Las salidas son los fines de semana y los días feriados.