¿Para qué sirve un archivo fotográfico? A Marcela García, entre otras cosas le resultó útil, para armar Transitar, un proyecto digital que se transformó en libro. Un libro para recordar aquel país que ya no existe, pero que ella siempre recorrió acompañada de su cámara análoga.
Transitar
“Decidí hacer este libro para salvarme”. La confesión de Marcela García cae al final de una conversación en la sala de su casa. Es la tarde de un día de mediados de noviembre y el libro al que acaba de hacer referencia reposa en la mesa de su comedor. En la portada resaltan unas vicuñas bañadas por una luz dorada, en medio del arenal del Chimborazo.
Durante la pandemia, García tuvo covid-19 con efectos a largo plazo. Fue una época difícil, pero ella decidió emprender una de sus tareas pendientes, digitalizar su archivo fotográfico. En ese camino apareció Diego Jaramillo, de la galería Saladentro, de Cuenca, y juntos armaron sesiones por Zoom, en las que se proyectaban decenas de fotografías.
La pandemia pasó y las sesiones de Zoom también, lo que vendría luego parecía inevitable. García siempre ha tenido un vínculo muy especial con los libros. Además de ser una lectora con músculo y de tener siete títulos de su autoría, manejó Libri Mundi entre 1990 y 2006.
“Para mí los libros -cuenta, soltando una sonrisa- son más importantes que la sopa y estoy segura de que Mafalda estaría de acuerdo conmigo”.
Y entonces, la semana pasada presentó Transitar. En el prólogo, Juan Lorenzo Barragán afirma que García logra una comunión sincrética entre el fotoperiodismo y el arte, entre el campo y lo telúrico y entre lo prístino y lo contaminado.
Visualmente esta travesía está dividida por temas: El paisaje, Día de mercado, Volcanes y nevados, El Corpus, Olas, ríos y lagos y Arquitectura vernácula, entre otros. Las que no aparecen son las fotos de la Patagonia, esa tierra ubicada al sur del continente de la que García se enamoró con locura, pero de la que sí hablará en la entrevista que está por arrancar.
Marcela García
- Marcela García nació en Riobamba. Inició su carrera como fotógrafa industrial. Al poco tiempo comenzó a capturar los paisajes y la vida de la ruralidad ecuatoriana.
- Entre 1990 y 2006 fue la Directora General de Libri Mundi, su editorial y distribuidora; y del Centro Cultural Art Forum.
- Su obra se ha exhibido en exposiciones colectivas e individuales. La última, en la galería Saladentro de Cuenca, en 2019.
- Entre los reconocimientos que ha recibido está el de Chevalier de la Orden de las Letras y las Artes del Ministerio de Cultura de Francia.
¿Aún existe ese país en el que empezó su transitar de la mano de la fotografía?
No, ese país que empecé a fotografiar hace 45 años ya no existe. Ecuador ha cambiado de una manera increíble por esa idea de progreso que ha pasado por todo lado, incluso por los lugares más inaccesibles. Los glaciares eran tremendos. Quizás, lo que permanece son algunos reductos de los Llanganates y de otros lugares que aún son de difícil acceso.
Volvamos a esas primeras paradas de este andar junto a la fotografía.
Las primeras paradas fueron el arenal y el páramo del Chimborazo. Digamos que son mi tierra natal, mi hábitat natural. Los conocí mucho y desde muy pequeña. La foto de portada de Transmitir es de ese arenal. La hice hace diez años, en un atardecer espectacular. Recuerdo que la luz pintaba las pajas ralas y las vicuñas de dorado y la carretera parecía un río. Fue uno de esos pocos momentos mágicos que tenemos los fotógrafos.
¿Qué buscaba capturar con su lente por esos años?
La verdad es que no lo tenía claro. Solo sé que fotografiaba de una manera obsesiva. Como hice fotografía industrial durante 10 años, me moví mucho por el país fotografiando presas, pozos petroleros y sistemas de interconexión. Para eso me metía en el campo; y como el paisaje era tan estético y fotogénico, no podía abstenerme y también lo capturaba.
Las obsesiones suelen venir acompañadas de orden y método.
No sabía para qué, pero yo ordenaba todo lo que fotografiaba y así nació mi archivo. Paralelamente a mi trabajo de fotografía industrial hacía fotos para ilustrar los artículos de Mundo Diners. Por esos años, también apareció mi curiosidad de fotografiar las fiestas campesinas. Era un mundo que de niña me aterrorizaba y fascinaba con la misma fuerza. Cuando volví con la cámara en la mano viví el miedo de ser rechazada.
¿Qué fiesta era la que atrapaba su atención?
Fotografié varias veces la fiesta de Corpus en Salasaca. Me costó entrar, pero lo hice gracias a un amigo indígena. Recuerdo mucho al personaje del médico, que tenía una muñeca y una jeringuilla. En una ocasión empezó a seguirme y yo iba caminando de espaldas, hasta que me caí, estaba aterrada de que me pinchara. En los años 80 no había mucha gente fotografiando ese mundo. Muchas veces yo era la única.
¿Qué paradas han sido las más memorables de este trayecto fotográfico?
Me enamoré de la Patagonia. Hice siete viajes y me publicaron un libro en Francia. Habría ido más veces, pero era el tiempo en que manejaba Libri Mundi y no podía estar fuera de la librería mucho tiempo. Yo digo que es mi tierra. La conocí como la palma de mi mano. Me fascinaba fotografiar los glaciares, los icebergs, los témpanos flotando, el hielo y ese paisaje agreste que se parece tanto al arenal del Chimborazo. Me gustaba abstraerme en medio de esa geomorfología.
¿Hubo desencuentros con algunos lugares?
En ese tiempo ninguno. Hace 45 años los pueblos andinos eran preciosos, eran mucho más estéticos, se mimetizaban mucho mejor con la naturaleza. Ahora todo choca con el paisaje, como los invernaderos de Tabacundo. La fealdad está dominando a los pueblos.
¿A qué momentos de este transitar le gustaría volver?
No sé si es por nostalgia, pero me gustaría volver a la inocencia de ese país que yo fotografié. Ahora ya no puedo hacer casi nada de lo que hacía. Yo andaba sola, manejaba miles de kilómetros, dormía en el jeep y nunca me pasó nada. Era un país bondadoso, generoso, por donde siempre se podía transitar. Ahora, si quisiera repetir ese transitar, seguramente me matarían por la cámara, por el carro, por todo.
¿Cómo es su relación con la fotografía después de 45 años?
La fotografía es mi soporte, mi columna vertebral. Cuando hice la primera etapa de Transitar, que fue virtual, y revisé todo mi archivo, me di cuenta de que la fotografía ha sido mi forma de pararme en la vida. Mi forma de vivir.