El mayor ensayo clínico aleatorio sobre la reducción de sodio (sal) y la insuficiencia cardíaca revela cómo reducir el consumo de sodio puede ayudar a los pacientes con insuficiencia cardíaca.
Los sorprendentes resultados, publicados simultáneamente en ‘The Lancet’ y en la 71ª Sesión Científica Anual del Colegio Americano de Cardiología, muestran que una dieta baja en sal no evita la muerte ni las visitas al hospital, pero sí mejora los síntomas y la calidad de vida.
Aunque la reducción de la ingesta de sal no dio lugar a menos visitas a urgencias, hospitalizaciones o muertes de pacientes con insuficiencia cardíaca, los investigadores sí constataron una mejora de síntomas como la hinchazón, la fatiga y la tos, así como una mejor calidad de vida en general.
«Ya no podemos hacer una recomendación general para todos los pacientes y decir que limitar la ingesta de sodio va a reducir las probabilidades de morir o de ser hospitalizado, pero puedo decir con toda seguridad que podría mejorar la calidad de vida de las personas en general», señala el autor principal Justin Ezekowitz, profesor de la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad de Alberta y codirector del Centro Canadiense VIGOUR.
Los investigadores siguieron a 806 pacientes en 26 centros médicos de Canadá, Estados Unidos, Colombia, Chile, México y Nueva Zelanda. Todos padecían insuficiencia cardíaca, una enfermedad en la que el corazón se debilita demasiado para bombear la sangre con eficacia. La mitad de los participantes en el estudio fueron asignados aleatoriamente a recibir la atención habitual, mientras que el resto recibió asesoramiento nutricional sobre cómo reducir su consumo de sal en la dieta.
Los pacientes del brazo de asesoramiento nutricional del ensayo recibieron sugerencias de menú diseñadas por un dietista con alimentos de su propia región y se les animó a cocinar en casa sin añadir sal y a evitar los ingredientes con alto contenido en sal. La mayor parte del sodio de la dieta está oculto en los alimentos procesados o en las comidas de los restaurantes, en lugar de ser sacudido en la mesa, señala Ezekowitz.
«La regla general que he aprendido de los dietistas es que cualquier cosa que esté en una bolsa, una caja o una lata suele tener más sal de la que se piensa», señala Ezekowitz, que también es cardiólogo del Instituto del Corazón Mazankowski de Alberta y director del Instituto de Investigación Cardiovascular de la Universidad de Alberta.
El objetivo de la ingesta de sodio era de 1.500 miligramos al día -o el equivalente a unos dos tercios de una cucharadita de sal-, que es el límite recomendado por el Ministerio de Sanidad canadiense para la mayoría de los canadienses, tengan o no insuficiencia cardíaca.
Antes del estudio, los pacientes consumían una media de 2.217 mg al día, es decir, algo menos de una cucharadita. Tras un año de estudio, el grupo de atención habitual consumía una media de 2.072 mg de sodio al día, mientras que los que recibieron orientación nutricional consumían 1.658 mg al día, una reducción de algo menos de un cuarto de cucharadita equivalente.
Los investigadores compararon las tasas de muerte por cualquier causa, de hospitalización cardiovascular y de visitas al servicio de urgencias cardiovasculares en los dos grupos del estudio, pero no encontraron diferencias estadísticamente significativas.
Sí hallaron mejoras consistentes para el grupo bajo en sodio utilizando tres herramientas diferentes de evaluación de la calidad de vida, así como la clasificación de la insuficiencia cardíaca de la Asociación Cardíaca de Nueva York, una medida de la gravedad de la insuficiencia cardíaca.
Ezekowitz afirma que seguirá aconsejando a los pacientes con insuficiencia cardíaca que reduzcan la sal, pero ahora será más claro sobre los beneficios esperados. Insta a los médicos a reconocer que los cambios dietéticos pueden ser una intervención útil para algunos de sus pacientes.
El equipo continuará investigando para aislar un marcador en la sangre de los pacientes que más se beneficiaron de la dieta baja en sodio, con el objetivo de poder dar prescripciones dietéticas individuales más específicas en el futuro. Los investigadores también harán un seguimiento de los pacientes del ensayo a los 24 meses y a los cinco años para determinar si se obtienen más beneficios a largo plazo. (EUROPAPRESS)